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Ellos hablan, ellas deben callar: Mansplaining “los hombres que explican” Ana Mary Risso Ramos Trabajadora Social Magistra en Estudios de la Mujer
Desde la antigua Roma fuente del Derecho, la mujer siempre estuvo en situación de inferioridad respecto al hombre, excluida del ejercicio de funciones públicas y privada de todo poder familiar. Si era sui iuris (persona libre de toda autoridad) cualquiera fuese su edad, estaba sometida a la tutela perpetua del sexo masculino (tutela mulierum) es decir, del padre, hermano o esposo. Según los romanos la mujer no se regía por el logos, era un ser instintivo no sujeto a la razón lo que en consecuencia le producía una debilidad moral que la incapacitaba para tener equilibrio y sentido de la medida. Durante 7.000 años de historia del mundo los hombres han mantenido incólume el poder masculino sobre el control y dominio de la sociedad. Los hombres que controlaban el poder han sido un grupo dominante y lo masculino, un referente socialmente impuesto que ha incidido en la vida y destino de las mujeres exigiendo de ellas sumisión, subordinación y sometimiento. Las mujeres han sido casadas, negociadas y entregadas desde tiempos inmemoriales para acabar guerras, sellar pactos entre reinos, garantizar el control económico y político. Todas las sociedades estructuran su vida y construyen su cultura en torno a la diferencia sexual. Esta diferencia anatómica se interpreta como una diferencia sustantiva que marcará el destino de las personas. Lo lógico, se piensa, es que si las funciones biológicas son tan dispares, las demás características –morales, psíquicas– también lo habrán de ser. (Marta Lamas, 1996, p. 6) El Patriarcado es un sistema de poder fundamentado en la diferencia sexual convertida en desigualdad cultural a favor del sexo masculino. A partir de las diferencias biológicas se establecen identidades y roles de género diferenciadas que implican y definen responsabilidades y comportamientos para hombres y para mujeres. Estas diferencias no son construidas culturalmente como complementarias sino como opuestos, se establece un doble parámetro que estima y valora social y económicamente los atributos asignados a los hombres, mientras que subestima e infravalora a la mujer y lo femenino. Toda la vida de los seres humanos en sociedad está impregnada y afectada por el doble parámetro de valoración, que incide tanto en la vida privada doméstica como en la pública de hombres y mujeres. El patriarcado hace mucho que ha dejado de ser paternal. La sociedad civil moderna no está estructurada según el parentesco y el poder de los padres; en el mundo moderno, las mujeres están subordinadas a los hombres en tanto que varones, o a los varones en tanto que fraternidad. (Carol Paterman, 1995, p. 12) Esta discriminación y doble parámetro de valoración sexista menoscaba también la legitimidad de la palabra, el conocimiento producido y los juicios emitidos por mujeres. Sobre las ideas expresadas por una mujer independientemente de su nivel profesional habrán “dudas razonables”, porque para el colectivo social que se guía por un razonamiento machista, las mujeres son subjetivas, no científicas, exageradas, imaginativas, etc. y en consecuencia, el conocimiento que proviene de ellas está impregnado de las mismas “fallas”, cosa que no ocurre con el conocimiento masculino, si lo dice o hace un hombre, para la sociedad es un juicio indiscutible. Las mujeres históricamente han estado alejadas del poder de la palabra, vistas como seres incapaces de ser educadas, impedidas del poder de escoger los valores que privarán en la sociedad. La realidad está construida sobre palabras y las mujeres en consecuencia, han estado alejadas de crear una determinada realidad, porque incluso para la historia del mundo patriarcal, las mujeres no han existido en cuanto mujeres individuales y creadoras, sino en función de la parentalidad: como madres o esposas de hombres que han sido importantes en dicha historia.
Las mujeres estuvieron alejadas de las escuelas y claustros universitarios hasta bien entrado el siglo XX, porque las pocas que pudieron ser educadas y asistir a universidades en el siglo XIX fueron la excepción que confirmaba la regla, a muchas las dejaron cursar carreras pero no les otorgaron el título universitario, como la española Concepción Arenal (1820-1893) quien ingresó como oyente a la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid vistiendo ropas de hombre para pasar desapercibida. En pleno siglo XX y comienzos del XXI aun persiste la práctica en editoriales de ocultar la autoría femenina de libros como ocurrió con la célebre autora del joven mago Harry Potter, Joanne Rowling quien escribe bajo los seudónimos de J.K. Rowling y Robert Galbrait, teniendo que firmar con sus iniciales para que se pensara que el autor era hombre.
Mansplaining es un término utilizado por las feministas para referirse al acoso y violencia que ejercen los hombres hablando condescendientemente a mujeres de algo sobre lo que ellos tienen un conocimiento incompleto, o desde la suposición errónea, de que él sabe más sobre un tema que está siendo tratado por esa mujer, por simplemente ser hombre. Es sobre todo esa actitud “condescendiente” y hasta benevolente del hombre lo que constituye el acoso y violencia contra la mujer, porque no importa las evidencias que esta ofrezca sobre su experticia y conocimiento, el “caballero” se considera con el derecho a corregir (generalmente en público) a cualquier mujer. Es quizás una forma de violencia menos reconocida de otras tipificadas legalmente como delito, pero que igualmente afectan emocionalmente porque erosionan el autoestima, imponen el silencio e incluso hacen perder oportunidades, porque acompañadas de esa actitud masculina “benevolente” hay acciones para limitar el desenvolvimiento y desarrollo de las mujeres en el campo laboral, académico o profesional. El tema del “mansplaining” aun no ha entrado formalmente a la academia y tiene pocos años siendo objeto de discusión entre agrupaciones feministas que viven poniendo sobre el tapete temas que vulneran los derechos de las mujeres. El término anglosajon se le adjudica a la escritora Rebecca Solnit en un artículo del 2008 denominado “Men Explain Things to Me, Facts Didn't Get in Their Way”, donde habla de su experiencia personal con hombres que aun sin tener dominio del tema del cual ella si es especialista, la menospreciaban por ser mujer, la corregían e incluso ridiculizaban públicamente. El problema que expresó esta autora a través de un término que se ha ido popularizando es la sub representación de las mujeres en el campo del conocimiento, el acoso y la violencia por querer participar en condiciones de igualdad en todos los ámbitos de la vida, la verdadera situación que cotidianamente confrontan las mujeres sea cual sea su nivel de formación académica o área de desempeño profesional, para algunos hombres (lamentablemente muchos por el machismo que prevalece en la sociedad) las mujeres saben menos por ser mujeres y ellos tienen el deber “natural” de “explicarles” desde su posición de “hombres que todo lo saben”. Esta conducta es una forma más de violencia contra las mujeres, producto de una concepción sexista del mundo donde los hombres han sido dueños del conocimiento, de la palabra, de la objetividad y en consecuencia, dueños de la verdad. Aun cuando actualmente las mujeres son la mayoría de las egresadas de las universidades, no tienen la misma representación en los cargos gerenciales de poder y toma de decisión, esta baja representación es igual en las artes, el campo científico, por el mismo motivo, los asuntos y trabajos de mujeres no tienen la misma legitimidad e importancia que los masculinos. La actitud de subestimación y menosprecio hacia el conocimiento y capacidad de las mujeres también la podemos evidenciar en la composición de paneles de foros y seminarios donde generalmente se invita a especialistas hombres, incluso en aquellos temas donde la referencias académicas o profesionales son mujeres. La palabra de las mujeres socialmente aun no tiene el mismo valor que la de los hombres y ello implica trabas a su participación en los espacios públicos en condiciones de igualdad, que una mujer haya podido llegar a presidir una gran empresa, no implica que el colectivo femenino tenga las mismas oportunidades.
Tampoco es muy diferente la situación en las bibliotecas venezolanas: la mayoría de los catálogos editoriales, públicos y privados del país, reflejan abrumadoramente el predominio de nombres masculinos. ¿Es que las mujeres escriben menos? ¿Es que su obra es de menor calidad? ¿Cómo se manifiesta la relación del mundo editorial venezolano con las narradoras? ¿Este espacio ha cambiado o el mercado sigue biologizando la literatura, como dijo Diamela Eltit (2003) a Claudia Posadas en una entrevista para Crónica.Com.mx Claudia bajo el título inquietante de Un territorio zozobra. ¿Son las mujeres las que leen a mujeres? (María J., Riera, 2015, p. 11)
El cuestionamiento masculino a la credibilidad femenina puede ocurrir por cualquier tema o motivo, pero usualmente está relacionado con conocimiento profesional. Ella puede estar hablando en un pequeño grupo o dando una conferencia, siempre aparecerá un hombre que afirmará rotundamente que ella está equivocada y procederá a ofrecer su sabia y condescendiente explicación, si ella responde con argumentos e incluso explicaciones técnicas, él rebatirá cualquier cosa que ella diga y por supuesto, siempre querrá tener la última palabra y la razón. Este tipo de situaciones suelen ser sumamente incómodas porque estos hombres colocan a las mujeres en disyuntivas: si los ignoran para no dar importancia a su intromisión, ellos interpretan este silencio como que se quedó callada porque le daba la razón o no tenía qué decir; y si le replica, ejerciendo el legítimo derecho a defender su posición, el hombre dirá que ella es conflictiva y no acepta otras opiniones, por supuesto, siempre con público de testigo. La verdadera intención de quien hace mansplaining es minimizar, ridiculizar, demostrando con su conducta que tiene control sobre ella y que además, él es más fuerte y tiene más conocimiento, es una especie de competencia por quién sabe más utilizando la manipulación como herramienta para descalificar. El bochorno que ocasiona a la mujer le genera satisfacción, es como una batalla ganada contra una supuesta enemiga, porque estos hombres son machistas y ven en cada mujer que destaca, un objetivo a destruir. ¿Cómo reconocer cuando tenemos un hombre así frente a nosotras? Ocurre no solo personalmente, es muy común en la vida virtual de las redes sociales, basta que sea una mujer quien haga afirmaciones sobre un tema polémico (actualmente en Venezuela es la política y la situación país que se vive) para que las replicas sean irrespetuosas, agresivas, descalificando no su opinión sino la condición de mujer que habla públicamente. No importa cuántos títulos y obras publicadas pueda tener una mujer, siempre encontrará un hombre que se considere con el derecho de cuestionar su conocimiento y se espera de esta mujer, que escuche y acepte sumisamente la corrección porque si no es tildada de conflictiva, problemática, etc. Esta violencia es una forma de silenciar, de negar la voz y la credibilidad, de anular como ser pensante. Se puede decir que el mansplaining es una forma de violencia machista que aun no ha sido reconocida ni visibilizada como tal, que las mujeres sufren cotidianamente como expresión de una sociedad que es estructuralmente sexista y cuya institucionalidad de género, reproduce y refuerza la discriminación contra las mujeres, obstaculizando de diversas formas el desarrollo personal de las mujeres en ámbitos diferentes a la maternidad y la familia. Aun en pleno siglo XXI, el discurso femenino requiere ser validado a diferencia del masculino, a las mujeres se les exige demostrar que tienen mérito para exponer sus ideas públicamente, la concepción que tiene la sociedad del conocimiento femenino está construida a partir de estereotipos de género que establecen que las mujeres son subjetivas, imaginativas, y en consecuencia, el conocimiento que de ellas proviene es sesgado y subjetivo, a diferencia por supuesto del masculino, que es considerado sin mayor evidencia, como objetivo y científico. La discriminación y violencia contra las mujeres debe erradicarse visibilizándolas en todas las circunstancias y medios posibles, pero para ello deben cambiar las mentalidades sexistas que dan lugar a que tal cosa ocurra, solo así será posible construir la sociedad de igualdad de género y justicia en la que todas y todos aspiramos vivir. La mayoría de las mujeres pelean guerras en dos frentes, uno para cualquiera que sea el tema y una simplemente por el derecho a hablar, a tener ideas, a ser reconocida en posesión de hechos y verdades, de tener valor, de ser un ser humano. Las cosas han mejorado, pero esta guerra no terminará en mi vida. Todavía estoy luchándola, para mí sin duda, pero también para todas aquellas mujeres más jóvenes que tienen algo que decir, con la esperanza de que logren decirlo. Rebecca Solnit (2012) FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:Amorós, Celia (1991) Hacia una crítica de la razón patriarcal, (2da. Edic.), Barcelona, Edit. Anthropos. Martínez, Emma (2010) “Mujeres educación y trabajo en Venezuela: un largo recorrido”, [Revista en línea] En Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, Enero/Junio, Vol. 15/ N° 34, Caracas, Universidad Central de Venezuela, pp. 139-160. 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